domingo, 27 de junio de 2010

No me embriaga la altura, ni me aburren los sueños.


Martín a sus 33 años, ya es un destacado neurólogo, que se diferencia notablemente de sus colegas por el gran carisma que irradia, la carencia de una tradicional pedantería que tanto
derrochan los otros médicos, y por la infinita alegría que le proporciona día a día su trabajo.
El doctor Martín -como no le gusta que lo llamen- , proviene de un orígen más bien sencillo y modesto, es por ésto que con mucho esfuerzo pudo estudiar la costosa carrera que de tan pequeño lo llenaba, y quizás es por esta misma razón, que siente una pasión y admiración tan intensa por lo que hace. En sus ratos libres Martín -que así le gusta que lo llamen- se deleita con su guitarra, las letras, el cine, sus pocos amigos y la fotografía.

Mientras las negras nubes amenazan allá afuera con soltar el llanto, Martín está algo inquieto, con un notorio nerviosismo. Ya que hoy es la noche de san Juan, y donde cada invierno reanuda una tradición enseñada por su abuela hace más de 20 años atrás. Esta consiste en escribir en tres papeles un deseo -Martín prefiere escribir algo malo además, para no opacar realismo al Sr. azar, y también para dar algo de emoción- luego de escribir los sueños, Martín los coloca debajo de su almohada, los des-ordenada un poco, apoya su cabeza para dormir, y piensa mucho
en aquel papel que escribió con más ganas que en los otros. A la mañana siguiente y sin ver por supuesto, Martín mete su mano bajo la almohada -con un nerviosismo increíble- para elegir un papel, el cual según lo escrito, se cumplirá dentro de un futuro no muy lejano -supuestamente-
Si bien es cierto a Martín sólo se le han cumplido en tres ocasiones lo escrito cada noche de san Juan (motivo por el cual jamás se amilana). No obstante, cada 23 de Junio antes de la medianoche, los escribe con un entusiamos infantil invulnerable. Y cada año se esmera en concentrarse aún más para la matutina elección, ya que cree que ahí radica el por qué no se han cumplido lo plasmado en aquellos papeles de años anteriores, que muy cuidadosamente conserva en su caja gris.
Martín simplemente vive de sueños, y cree fehacientemente en que la fe no es sólo un concepto del monopolio religioso, sino que además es una capacidad mágica que habita en el corazón y en la mente, de cada ser humano.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pareció bastante visceraly preciso su texto compañero. Me identifique mucho con el tal Martín, quien a pesar de vivir en un medio de trabajo copioso y sociedad enajenada, llena de prejuicios y altanería; sabe que vivir de sueño es una chance a lo pactado.
Lindos tus demas textos, me transmiten una calma y serenidad bastante agradable y replicable.

Un gran abrazo amigo, espero que sigas dandole bueno a tus letras que están bastante únicas.

Diego

DeMenteSuelto dijo...

Hermanito!
Muy lindo texto.
Lo cotidiano y lo simple de las temáticas de tus textos son lo que lo hacen interesantes.
Además, transmites muy bien esas sensibilidad por esas pequeñas cosas de la vida.
Me suena si, como un auto-retrato en flash forward de unos cuantos años más (pero bueh, ya te lo dije...).
Con respecto a la fe, nada que decir, es algo inherente al ser humano. El hombre de por si no puede vivir sin fe, sino las cosas en la vida no valdrían la pena. Los riesgos que corremos en la vida no tendrían sentido si no existiese una pequeña cuota de fe...o esperanza.

Te felicito hermano!