viernes, 22 de febrero de 2013

Para mi tristeza, violeta azul..

Hirenco quedó herido luego que la flor violeta más linda de su jardín, se le marchitara. Sería una gran mentira, afirmar que la obtuvo porque buscó a propósito y cuidadosamente, tal bella semilla. Siendo sincero, se la encontró una noche cualquiera, cerca de la costa, cuando volvía a su casa algo borracho. A penas abrió los ojos al otro día y con una resaca enorme producto del destilado soviético, tocó sus bolsillos en busca de cualquier cosa -menos la semilla- y allí la halló. El extraño encuentro que rescató de su chaqueta café, lo alegró profundamente. El eterno amor que derrocha por flores y plantas, lo llevó de inmediato a hacerle un espacio en su jardín y depositarla allí; regándola día a día, preocupándose del sol, hablándole con cariño y cantándole de vez en cuando ''Mariposas''. La bella flor, lo acompañó por más de 17.520 horas e Hirenco se llenaba de fuerza y vida, sólo al contemplarla, cuando danzaba sutilmente con la brisa o simplemente, cuando el agua se deslizaba por entre sus pétalos. De un momento a otro -y sin previo aviso- sus bellas hojas comenzaron a secarse; perdiendo su radiante color violeta y sin soltar una sola sonrisa cuando los rayos de sol, le coqueteaban. Ese fue su fin, el lamento de Hirenco solía terminar en lágrimas, reprochándose quizás los pocos minutos que le dedicaba; ¿por qué no la regó más veces? o ¿Por qué no le cantó con mayor fuerza?, son interrogantes con las que aún se atormenta cuando escucha ciertas canciones. No saca nada con recorrer mil veces el camino donde la halló, ni mucho menos plantar otras; los aromas, colores y texturas no los podrá reemplazar. Eso le atormenta cada noche, al igual que a mí.