lunes, 13 de julio de 2009

Un vaso no tan solo


Muchas veces había pensado en el día en que mi vaso verde caería al suelo, y se quebraría lentamente al contacto con la superficie. Esa mañana lo había hecho una vez más -casi por costumbre- , pero no imaginé jamás, que en cuatro horas y media más tarde, aquella lejana y casi imposible escena, al menos para mi, iba a suceder. Mi reacción fue insípida, y poco emotiva, había pensado, tantas veces en que el verde del cristal se desparramaría en el suelo, que creo que sufrí mucho más imaginándome esa serie de imágenes de la fatal caída, en vez de que hubiese sucedido de una sóla vez nada más -sin previo aviso-, y sin habérmelo imaginado tanto. Nunca he tenido un estrecho apego con lo material, simplemente, el difunto y poco lujoso vaso me gustaba.Tampoco se trataba de un regalo con gran sentido emotivo, de hecho ni recuerdo, como fué que llegó a mi casa, insisto sólo me gustaba, y tenía un inexplicable cariño hacia el. Creo que nunca lo disfruté como lo podría haber hecho, las veces en que me serví algo para beber, estaba altamente preocupado, de que no fuera a caerse ni a romperse. Y por cierto, muchas veces, decidí guardarlo, y tomar jugo de manzana en otro vaso, para no poner en riesgo su integridad, que yo tanto cuidaba. Boté los trozos del vaso, en esas bolsas enormes y negras en donde la gente comúnmente bota su basura, y luego me puse a pensar en cada persona de mi casa, a la cual se la había quebrado un vaso, luego, en cada persona del barrio, luego de la ciudad, y más tarde terminé pensando en cuántos japoneses habían quebrado un vaso en sus vidas. Yo tenía claro que el acontecimiento, no era trascendente, o por lo menos, no debía serlo para nadie, pero curiosamente para mi, si había importado y mucho. Por un lado, pensé en que no era el único que sentía aquel cariño por un vaso, quizás muchas personas también lo tenían, da lo mismo su motivo, pero el afecto por el objeto existía, y eso era lo que importaba. Me sentí aliviado, al imaginar que a muchas de esas personas -que sentían lo mismo que yo por sus vasos- se les había roto (eso se llama consuelo de tontos, estoy seguro que mi primo mayor, me diría eso). El sentimiento de calma, y tranquilidad se extendió por varias horas sobre mi, tanto así, que me quedé dormido sobre el sofá, con la radio encendida con música poco relajante. Desperté al rato, un poco agitado por un sueño que había tenido, da lo mismo comentar el sueño, lo que si importa, es que desperté pensando en aquella gente que quería y apreciaba sus vasos, y no se les habían roto. Sólo pensar en eso, me dejaba intranquilo,y bastante inquieto, si bien es cierto existía gente que había perdido sus tan queridos vasos, pero también existían aquellas personas que la presencia de éstos, aún la podían disfrutar. Pensé y pensé, en alguna forma de decirle a éstas mismas, que lo difrutaran y que los valoraran, ya que en cualquier momento lo podrían perder al igual que yo, o quizás no,pero ante la impredecible situación, debían disfrutarlos. No encontré forma de hacércelos saber, y nuevamente me quedé dormido, ahora la música si era pausada, y podía oir nítidamente el "oh Darling" de los Beatles, que se escuchaba en la antigua radio de mi casa.Desperté muy tranquilo, y con una extraña sensación de bienestar, no estaba en el sofá donde me había acostado hace un parde minutos u horas -no recuerdo cuánto había dormido-, pero lo que si recuerdo esque me había quedado dormido en el living, y ahora no había despertado en el. Me encontraba en un lugar silencioso, con mucho pasto, y una brisa helada, inhibida por los rayos del sol que en primavera ya calientan bastante. Vi a lo lejos, a mi primo con una camisa negra con delgadas rayas verticales, también observé a un ya de edad sacerdote que con sus ojos cerrados fuertemente, rezaba el padre nuestro, al lado de éste se encontraba mi madre que si bien es cierto tenía una cara de tristeza, también la acompañaba, una mirada de orgullo y calma, y otras cuantas personas que miraban a un punto fijo en el suelo, serenamente y no tan tristes, con una descomunal actitud de satifacción con ellos mismos, en la cual dejaban cuidadosamente unas rosas blancas, encima de un material sólido. Seguí mirando a mi alrededor, y me di cuenta de lo que sucedía, mi familia no había cometido el mismo error que yo cometí con el vaso que perdí, sino, todo lo contrario, ellos no tenían nada que lamentar ni nada de que arrepentirse. Sonreí minuciosamente con la garganta algo apretada, y agradecí a cada uno de ellos,-aunque no me hayan escuchado-[...]