viernes, 18 de noviembre de 2011

¿De los arrepentidos es el reino de los cielos?

No me acuerdo en qué contexto, ni tampoco me interesa recordar-lo, leí esta frase utilizada generalmente por el monopolio religioso, pero no importa, la usurparé de sus libros, y la haré mía.

¿Servirá de algo arrepentir-se a éstas alturas? No me refiero a mi edad, porque aún me quedan un par de semanas para recién cumplir dos décadas de vida. A lo que si me refiero es que han pasado tantos colores, palabras, aromas y detalles durante estos quinientos diez días, que quizás ya no valga la pena volver atrás. De todas formas, no puedo quedar-me de brazos cruzados, debo reaccionar ¿será muy tarde?. Como dice Silvio ''La cobardía es asunto de los hombres, y no de los amantes(..)''.

Aquí estoy, tarde como suele suceder por una cosa biológica inherente al género -aunque tú me dirías que no me excuse con eso- , arrepentido a más no poder, con ganas de abrazar-la, y de aparecer a su lado tirado en el pasto; cantando, riendo y hablando esa sarta de pelotudeces que sólo ambos podíamos entender.

¿Dios, Pachamama o Alá? o quién quiera que seas -si es que eres- , estamos de acuerdo, siempre me ha gustado la ironía, pero ¿será necesaria tanta?, ¿será necesario que justo me salga aquella canción de Filio en la música?o quizás me estás ayudando a escribir, porque supones que cierto tema me pone aún más nostálgico -aunque no creo que esto así se llame-. quizás te lo deba agradecer, pero insisto, tanta ironía, me sorprende y hasta me asusta un poco.

Lo intentaré. Al menos cuando sea viejo y si no resulta, no me quedaré callado cuando mis nietos me pregunten ¿y qué pasó con ella abuelo? ..

viernes, 21 de octubre de 2011

''Qué vivan los estudiantes, porque son la levadura'' Violeta Parra


Un sin número de veces he sido precursor de alegatos y blasfemias contra, la antes maldita, década de los 90' , incluso para ser más honesto aún debo reconocer la existencia de una especie de vergüenza ajena, con respecto a cierta época noventera donde me tocó existir.
Si nos ponemos a revisar -incluso de forma superficial- parte del siglo XX pasado o al menos su segunda mitad, nos encontraremos con importantantes elementos que aportaron a los significativos procesos transversales, de los cuales los jóvenes utilizaron el rol protagónico para el transcurso de cada uno de éstos. Aquellas influencias abarcan un amplio espectro de temáticas, tanto políticas, musicales, culturales,económicas, pacifistas, y sobre todo sociales.
Los grandes cambios que se produjeron tuvieron como líderes activos a los jóvenes; aquella juventud a la cual el mismísimo Ernesto 'Che' Guevara obsequió la mayoría de sus más profundos pensamientos, tales como ''Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica''. El hecho que el mismísimo guerrillero y médico argentino lo dijera , no sólo le confiere un carácter ideológico, por más que provenga del ícono de la guerrilla izquierdista latinoamericana, sino que además es un remezón a aquella pasiva e indiferente juventud aún adormecida, ante cualquier injusticia.

La juventud chilena nacida a finales de los 80' y principios de los 90' ,fue una generación que nació libre del autoritarismo pinochetista que reprimía a vista y paciencia del mundo entero, fue una generación privilegiada al no conocer los toques de queda, la persecución política, el exilio, las torturas, el no poder arpegear libres acordes, la prohibición de reuniones masivas, y un largo y horrible etcétera.

Aquella generación que coleccionó láminas de fútbol, escuchó a los back street boys, jugó con tazos, corrió Mario kart, se creyó luchador de la WF, lloró con la muerte de mufasa, y vió una semana completa un gol de los Súper campeones, no era tan pasiva como muchos creyeron. Resulta que aquella eximición de existir en la oxidada época de Pinochet, tendría en el futuro un valor significativo. Todo este tiempo, en que se nos catalogó como que no estábamos 'ni ahí', fue un estado de latencia, de reposo proliferativo, de incubación de una genuina conciencia, que más tarde se alzaría para reclamar a quienes nos Gobiernan, los derechos que les arrebataron a nuestros padres y abuelos, y que en el 'retorno de la democracia' no devolvieron por
completo -como se pactó en un principio-

Crecimos con el concepto lejano pero conocido de Pinochet, esa imágen del viejo de mierda que causó heridas profundas en nuestra sociedad, y la cual aún está con cicatrices imborrables. Pero ¿cómo temer a la represión , lacrimógenes, y golpes de fuerzas especiales, fantasmas? no supimos lo que es eso mientras crecíamos, por ende, no le podemos temer a lo des-conocido. Y claramente, lo estamos viviendo, en menor proporción claramente -sería una falta de respeto, poner en el mismo escalafón las atrocidades de antes con las que ocurren hoy- pero de todas formas, hay evidentes secuelas de aquella enfermedad que se prolongó por más de quince años.

Da gusto ver, como mis pares manejan información, la cual pone en aprietos a las autoridades, la convicción con la que gritan contra un impuesto modelo neo-liberal, la originalidad de manifestar-se , como enfrentan y encaran a infiltrados, los pegajosos gritos, genuinos afiches, la transversalidad de los asistentes,familias humildes y acomodadas, la convicción con la que hablan arriba de un escenario y en frente de los vendidos medios de comunicación chilenos.

Lo más probable es que los padres de quienes participan activamente de las marchas estudiantiles, se preocupen cada vez que sus hijos se dirijan a éstas, y es entendible, que sus músculos abdominales se contraigan de manera violenta, al momento en que sus memorias rebobinan imágenes de hace décadas atrás. Y quizá también nos sucedaa lo mismo a nosotros, cuando en el futuro nuestros hijos o nietos salgan a las calles a exigir lo que les corresponde, ojalá que para esa época, no tengan nada que exigir, porque nosotros, ya lo habremos exigido antes.

domingo, 17 de julio de 2011

Uno nuevo a la colección

Tenía entre mis manos nuevamente, un conjunto de hojas escritas por ambos lados, numeradas, y con ese olor a celulosa virgen. Lo observé con un poco de des-confianza, algo en dicho libro, no me agradaba, lógicamente era una simple intuición, ya que ni siquiera había roto la transparente envoltura que lo protegía de robar sus más íntimos pensamientos. El libro visualmente era muy atractivo, con mis colores favoritos en la portada,y un formato de las letras muy llamativo. Tales genuinos atributos, me sugerían e incitaban a localizar rápidamente la sinopsis del nuevo juguete que me habían obsequiado. Debo reconocer, que según lo que estaba leyendo en la parte posterior de dicho libro, la novela con aires romanticones, se veía interesante, y entretenida. Dicho entusiasmo que me provocaba leer el rápido adelanto de las letras contenidas en esas
hojas, era extraño, ya que por lo general, mis gustos literarios, no radicaban precisamente en esas novelas románticas -de las cuales incluso me reía-. Decidí comenzar a leer el libro, y al principio estaba muy entusiasmado, y quizá demasiado, ya que pasaba largos ratos del día, dedicándole exclusiva atención a ciertas letras que más que simple zalamería y sentimentalismo barato, retrataban una perspectiva de atracción entre dos personas, muy distinta a la típica, ya que ambos coincidían en que sus sentimientos se encontraban en un intervalo de reposo proliferativo, entre dos variables, el gustar y el amar, pero con distancias abismantes desde el centro -donde se encontraban ambos- hacia cada extremo. No obstante, cada vez que volteaba la hoja, siempre pensaba que la historia terminaría mal, pero también acompañado, de un iluso; quizás no.

Doscientas treina y dos páginas después, la historia ya no me gustaba mucho. De hecho me dí cuenta, que me dolía descubrir algunas cosas de la protagonista. Era extraño, sabía que era sólo un libro, sin embargo me sentía muy reflejado con el protagonista al parecer. Tras cada cosa que leía que ella le ocultaba, yo optaba por dejar de leer el libro y dejarlo en algún rincón de la casa. Mala idea, porque a los pocos días, ahí estaba nuevamente, leyéndolo, y deleitándome con la historia, que ella muy bien sabía contar.
El día en que la protagonista dejó esperando al tipo en la estación de metro, y luego le comentó a este por medio de una carta, que estaba algo insegura de lo que sentía por él, el joven se encontró con una inminente des-ilusión -que el ya había imaginado sentir en muchas veces anteriores- .
Decidí dejar el libro ahí, en la mitad, no podía continuar leyendo, tampoco tenía ganas de especular en que quedaría todo, ni mucho menos, leer las explicaciones que ella le daría. Pensé en un momento, en dejarlo junto a tantos otros que había leído, ¡pero no! éste libro debía des-aparecer, o si no volvería nuevamente a tomarlo, y todo se reanudaría una vez más. Pensé en quemarlo, pero dicha acción se contradecía con un principio casi moral que tenía hacia los libros en general, por más mierda que me hicieran sentir aquellas letras.
Compré un papel similar al que venía cuando lo tuve por primera vez en mis manos, y lo regalé, ya ni recuerdo a quién.

sábado, 7 de mayo de 2011

Amar la trama más que al des-enlace.



- Hola, quiero un boleto por favor
- Buenas tardes joven, ¿para cual función?
- Para la de las 00.00 Hrs.
- Está bien, ¿cual ubicación prefiere?
- Tercera fila. Sexta butaca por favor.
- La sexta butaca está reservada. Quedan disponibles la octava, y la cuarta de la tercera fila.
- Ahh. Y la sexta de la cuarta, ¿está disponible?
- Si, esa si. Aquí está su boleto joven, ¡qué disfrute la función!
- No creo que.. Bueno, gracias de todas formas.

Sabía que -por fortuna o mala suerte- no disfrutaría de la función. Entonces decidí, deleitarme con el gran pasillo que conducía al salón. Comencé a esquivar los pálidos cuadrílateros del piso, y opté deslizarme diagonalmente por los oscuros.
Eché un vistazo al fastuoso reloj que se exhibía en el muro, y eran recién las 22.37 Hrs. Seguí caminando, llegué al vacío salón. Al parecer el público era puntual, o simplemente no contaban con el tiempo necesario para deambular, un frío Viernes de Mayo. Tomé el boleto que había comprado recién, había olvidado mi ubicación, o mejor dicho, sólo había olvidado la fila que me correspondía. Ubiqué la butaca número seis, y tomé asiento.
Era extraño que con lo que tanto me gustaba actuar, -y sobre todo en ese teatro- me rondara una sensación de una parcial tranquilidad. Me sentía despojado de responsabilidad y de conciencia, ya no tenía nada más que hacer ahí, al menos en
esa función, sólo debía estar atento al triste o feliz espectáculo.
El tiempo se me pasaba lentísimo, pero en realidad, tampoco tenía muchas ganas de que empezara de inmediato. Con sólo pensar en la parte final, cuando los actores se toman de las manos, y hacen una reveverencia de agradecimiento hacia el público, se me contraía el estómago rápidamente.
Qué grato pero extraño a la vez, es sentirse como me siento. Ya que no debo interpretar ningún puto papel, nada de nada. No debo ni pensar, ni optar, ni dudar, ni expresar. Sólo sentir, escuchar, y contemplar. Quizás sea lo más complicado, pero a estas alturas, todo me da igual, ya que estoy disfrutando desde ahora, incluso con una hora de empezar la función.
Faltando un par de minutos, y rodeado de gente, se me ocurrió la fabulosa idea, de abandonar el salón. Me da un poco de temor ver el abrupto fin de aquella obra, que ni siquiera sé si me gustará o no. ¿Podría finalizar acaso por el principio? son precisamente los preparativos los que me emocionan, ver como arreglan la iluminación de las tablas, el vestuario, la música, la poca entendible escenografía, etcétera. Creo que el raro -una vez más- soy yo. La gente real, normal, o común -como estime llamarlos- optarían por todo lo contrario. Son materialistas, les encanta el resultado, lo objetivo, lo tangible, incluso lo sencillo, para así poder justificar las lagrimas de mierda que puedan soltar -si la obra es triste-, o el ruidoso choque de sus palmas, en forma de gratitud.
Sería feliz pausando la obra justo en la mitad, salir, fumarme un lucky, conversar con la guapísima mina que está sentada en la segunda butaca besando al tipo de polera azul, sentir el ruido de sus pulseras mientras habla y mueve las manos, y luego volver junto a ella al salón, rebobinar la obra, siempre en la misma escena; cuando los protagonistas recién se conocen, y sin saber nada del otro ni manejar antecedente alguno, sólo se dejan llevar por lo que sienten y viven.