lunes, 19 de julio de 2010

Y aquel inocente que iba a cambiar el mundo ahora observa, cínico, derrumbarse todo


- Defenderemos la libertad de nuestra nación incluso con nuestras propias vidas si es necesario -gritó don Roberto-.
- ¡Viva el partido Izquierda por la Unidad!

Esas palabras de nuestro compañero y Presidente del Partido, eran realmente el oxígeno necesario, para batallar día a día contra quienes querían ver nuestros sueños e ilusiones en el suelo, ya que al parecer, nuestras ideas de una sociedad más justa y equitativa, -generaban para ellos- una amenazante inestabilidad a su sistema, amigo de lo privado y amante de lo des-igual.
Don Roberto Recabarren, inspira en mí y en los demás compañeros, el más de los sinceros respetos y admiración, ya que con sus claras y honestas convicciones, ha sabido dirigir e interpretar los sueños que hoy tienen a nuestro partido gobernando al país.

- Ernesto, recuerda que hoy le celebraremos el cumpleaños a la Amandita -insistió Matilde-
- Si lo sé mi amor, haré todo lo posible para llegar temprano.
- ¿Cómo es eso de que ''haré todo lo posible''? Es tu hija.
- Matilde entiéndeme , lo que más quiero en el mundo, es des-ocuparme temprano en la sede para venir a acompañar a mi niñita.
- Tu incondicionalidad con esa cuestión me impresiona, me gustaría ver qué pasaría si todo ésto se viene abajo, apuesto mi cabeza que esos tipos, a los que tú llamas ''compañeros'', no moverían ni un sólo dedo en ayudarte si te encontras en problemas.
- ¡Veo que no entiendes nada! -irrumpió Ernesto- Todo lo que hemos ido construyendo tanto con el Gobierno como con en el Partido, ha sido porque concebimos de una misma forma todo lo que nos rodea, y por ende estamos todos juntos en ésto.
- Ojalá que sea así siempre, no sólo cuando estén gobernando.
- Claro que así ha sido, y así será. Estoy atrasado, nos vemos a la tarde mi amor.
- Que te vaya bien y ¡llega temprano! -gritó Matilde mientras Ernesto apurado cerraba la puerta-


Con el pasar de los meses, el Gobierno de la Izquierda por la Unidad se veía seriamente obstaculizado por los sectores más conservadores del país, y además también, por el altísimo poder fáctico que azotaba con violencia a la sociedad.
Por mi compromiso y mi activismo -según Recabarren- obtuve durante aquel tiempo, grandes responsabilidades que por cierto me llenaban mucho, pero que también me alejaban de ciertas cosas que siempre prometí no dejarlas a un lado. Perderme la infancia de mi hija Amanda, era algo que me dolía en demasía, al igual que el ausente tiempo que tanto me reclamaba Matilde cada noche cuando llegaba a casa. No obstante, era por ésta misma razón por lo cual yo luché incansablemente; ya que anhelaba dejar un mundo generoso e igualitario, robusto de sueños, que esperaba que hicieran un poco más libre el futuro de mi pequeña hija.

La polarización social era evidente, al igual que la escasez que muchos vivían diariamente, y el acaparamiento del cual sólo unos pocos gozaban. Esta situación llevó a Ernesto a alejarse de sus tan apreciados estudios teatrales, y a trabajar el doble.
El Gobierno se vino abajo como advirtió Matilde a su esposo, y como es típico y conocido, las fuerzas militares no tuvieron ningún problema en asumir el poder y el mando.
Ernesto continuó con su participación política, ahora clandestina claro. Y la noche del 03 de Octubre se llevó la peor de las decepciones que un militante puede llegar a tener. Ernesto consiguió aquel día trabajar de mesero en un prestigioso restorán de la capital, donde pagaban bastante bien, razón suficiente ya que la situación familiar no estaba muy bien. Mientras cargaba una bandeja con centollas y langostinos acompañados de un vino blanco de la viña San Augusto, le pareció oir una voz nítida y muy reconocible; era la de José Eduardo Mathei, Presidente del Partido de Ultra Derecha Tradicional.
No me se me hizo extraña la presencia de ese hijo de puta en aquel restorán, ya que es algo demasiado compatible. Sin embargo mi sorpresa si se alertó cuando vi, que al lado izquierdo de Mathei, se encontraba sentado Recabarren, ¿qué podría hacer un tipo como el, en un lugar como éste y con tal compañía? -me pregunté muchas veces-. Mientras atendía la mesa de al lado escuché algo que parecía una discusión:

- ¿Ves que tenía razón? No sé para que te subiste de capitán a ese barco rojo, si sabías que se iban a hundir como siempre.
- Bueno había que intentarlo una vez más ¿no? Pero dicen que la tercera es la vencida ja ja ja -rió profundamente-
- Bueno, ¿para qué discutiremos lo de siempre?, cuando hace 20 años pasó lo mismo que ahora, la discusión fué la misma hombre.
- Es verdad, que rápido paso el tiempo compañero.
- No me llames así que me da alergia, oye Roberto, ya decidiste ¿Para donde te irás en esta ocasión?, aunque da igual porque después que abandonemos el poder, regresarás como un héroe. En verdad hasta te hacemos un gran favor ja ja ja.
- Si así lo he pensado, muchas gracias -ironizó a medias- Creo que nos iremos a Burdeos aún no lo sé.
- Bueno cuando lleguen, hacemos un relevo, porque de seguro...

Lamentable aquel diálogo no era una discusión. No quise seguir escuchando esa conversación entre el Presidente de mi Partido, y el del bando contrario, asi que preferí abandonar el trabajo, y correr hasta mi casa, para brazar a mi señora y a mi hija.
Con el tiempo me ofrecieron exilio a mí y a mi familia, y opté sólo por lo segundo, quería ver a mi hija vivir, por lo mismo ella junto a Matilde se fueron a Santiago de Cuba. Yo decidí ,con mucha pena quedarme acá, luchando de la misma forma que antes, pero con más ganas incluso que cuando estábamos en el Gobierno.


(Fotografía del Museo de la Memoria)