Las decisiones de cualquier tipo, presentan una gama de consecuencias; buenas, malas o hasta neutras. Sin duda alguna, son preferibles siempre, las dos primeras. Las terceras, dejémoselas a la gente de mierda, que vive espantada, y temiendo incluso de su sombra. Ellos no son imprescindibles para nadie, dan igual, quizá hasta merezcan morir.
Sin embargo éstas líneas si admiran a quienes se arriesgan, aunque todo esté a su contra, a pesar que la atmósfera donde se desenvuelve, le grita y le sugiere que no lo haga, que irá todo mal, que fracasará, caerá y hasta puede que se des-truya. ¡Eso no importa! ¿cuántas veces habrá que decirlo?. Si usted conoce a alguien que está a punto de realizar una locura -insisto de cualquier tipo- déjelo. Procure de todos modos acompañarlo, sobre todo si ve que se sube al cuarentavo piso, pero de todos modos, manténgase como un espectador, en primera fila, contemplando una gran obra de suspenso e impredecibilidad.
¡No interfiera por favor! no sabe el bien-estar que le está obsequiando a dicha persona. Con cierta actitud discreta y muy conveniente, está generando un futuro -a largo o corto plazo- aprendizaje en él/ella. Ese aprendizaje a fecha, no está solo, sino que acompañado de un gran sentimiento de tranquilidad. No le puedo asegurar -lamentablemente- que ese futuro aprendizaje no estará en compañía del detestable arrepentimiento. Pero ¿saben? de algo si que estoy convencido, y además se los puedo asegurar, tal arrepentimiento de aquellas locuras que hemos cometido, es mucho más reconfortante y hasta aliviador, que aquel arrepentimiento barato que dejó escapar a aquellas locuras, que aunque no fueran las más adecuadas ni mucho menos un buen partido, optaron finalmente por dejarlas a un lado.
Es problable también, que jamás se arrepientan. Pero ante la mínima probabilidad de arrepentimiento, yo optaré siempre por lo contrario -a diferencia de hace algunos años-