viernes, 21 de octubre de 2011

''Qué vivan los estudiantes, porque son la levadura'' Violeta Parra


Un sin número de veces he sido precursor de alegatos y blasfemias contra, la antes maldita, década de los 90' , incluso para ser más honesto aún debo reconocer la existencia de una especie de vergüenza ajena, con respecto a cierta época noventera donde me tocó existir.
Si nos ponemos a revisar -incluso de forma superficial- parte del siglo XX pasado o al menos su segunda mitad, nos encontraremos con importantantes elementos que aportaron a los significativos procesos transversales, de los cuales los jóvenes utilizaron el rol protagónico para el transcurso de cada uno de éstos. Aquellas influencias abarcan un amplio espectro de temáticas, tanto políticas, musicales, culturales,económicas, pacifistas, y sobre todo sociales.
Los grandes cambios que se produjeron tuvieron como líderes activos a los jóvenes; aquella juventud a la cual el mismísimo Ernesto 'Che' Guevara obsequió la mayoría de sus más profundos pensamientos, tales como ''Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica''. El hecho que el mismísimo guerrillero y médico argentino lo dijera , no sólo le confiere un carácter ideológico, por más que provenga del ícono de la guerrilla izquierdista latinoamericana, sino que además es un remezón a aquella pasiva e indiferente juventud aún adormecida, ante cualquier injusticia.

La juventud chilena nacida a finales de los 80' y principios de los 90' ,fue una generación que nació libre del autoritarismo pinochetista que reprimía a vista y paciencia del mundo entero, fue una generación privilegiada al no conocer los toques de queda, la persecución política, el exilio, las torturas, el no poder arpegear libres acordes, la prohibición de reuniones masivas, y un largo y horrible etcétera.

Aquella generación que coleccionó láminas de fútbol, escuchó a los back street boys, jugó con tazos, corrió Mario kart, se creyó luchador de la WF, lloró con la muerte de mufasa, y vió una semana completa un gol de los Súper campeones, no era tan pasiva como muchos creyeron. Resulta que aquella eximición de existir en la oxidada época de Pinochet, tendría en el futuro un valor significativo. Todo este tiempo, en que se nos catalogó como que no estábamos 'ni ahí', fue un estado de latencia, de reposo proliferativo, de incubación de una genuina conciencia, que más tarde se alzaría para reclamar a quienes nos Gobiernan, los derechos que les arrebataron a nuestros padres y abuelos, y que en el 'retorno de la democracia' no devolvieron por
completo -como se pactó en un principio-

Crecimos con el concepto lejano pero conocido de Pinochet, esa imágen del viejo de mierda que causó heridas profundas en nuestra sociedad, y la cual aún está con cicatrices imborrables. Pero ¿cómo temer a la represión , lacrimógenes, y golpes de fuerzas especiales, fantasmas? no supimos lo que es eso mientras crecíamos, por ende, no le podemos temer a lo des-conocido. Y claramente, lo estamos viviendo, en menor proporción claramente -sería una falta de respeto, poner en el mismo escalafón las atrocidades de antes con las que ocurren hoy- pero de todas formas, hay evidentes secuelas de aquella enfermedad que se prolongó por más de quince años.

Da gusto ver, como mis pares manejan información, la cual pone en aprietos a las autoridades, la convicción con la que gritan contra un impuesto modelo neo-liberal, la originalidad de manifestar-se , como enfrentan y encaran a infiltrados, los pegajosos gritos, genuinos afiches, la transversalidad de los asistentes,familias humildes y acomodadas, la convicción con la que hablan arriba de un escenario y en frente de los vendidos medios de comunicación chilenos.

Lo más probable es que los padres de quienes participan activamente de las marchas estudiantiles, se preocupen cada vez que sus hijos se dirijan a éstas, y es entendible, que sus músculos abdominales se contraigan de manera violenta, al momento en que sus memorias rebobinan imágenes de hace décadas atrás. Y quizá también nos sucedaa lo mismo a nosotros, cuando en el futuro nuestros hijos o nietos salgan a las calles a exigir lo que les corresponde, ojalá que para esa época, no tengan nada que exigir, porque nosotros, ya lo habremos exigido antes.